Nuestra despedida de Alexis Tejera
En el día de ayer nos enteramos de la tragedia que ha supuesto la muerte de Alexis Tejera. Alcalde de San Bartolomé de Lanzarote. Cliente de nuestra empresa desde hace años. Pero en este artículo no vamos a hablar del político, del gestor o del alcalde. Quiero hablar de la persona que conocí y que, por desgracia, hemos perdido.
Conocí a Alexis por esas casualidades que trae el trabajo. Es posible que el destino o la suerte hubieran hecho que una persona como yo y otra como Alexis no hubieran coincidido nunca en un mundo tan grande, porque somos de orígenes y mentalidades muy diferentes. Pero la vida es así y tuve la suerte de conocerlo cuando aún era un concejal del Ayuntamiento de San Bartolomé. Joven como yo mismo era entonces, con ganas, motivado por hacer las cosas bien, por traer la experiencia que traía en su mochila a su trabajo diario. Había trabajado en el mundo de la investigación de mercados. Sabía de Historia. Congeniamos de inmediato. Era un tipo normal, jovial, activo, alejado de todas las ideas preconcebidas que tenemos sobre lo que es un político o un concejal.
En un proceso de trabajo sano, muchas veces se dan oportunidades para conocer a tu interlocutor más allá de la fachada profesional. Y, en ese ámbito, Alexis Tejera se mostraba agradable, divertido, sensato, un hombre de su tiempo. En aquel tiempo yo era padre primerizo y él me comentaba sobre su futura paternidad, sobre sus preocupaciones y su ilusión. Hablábamos de cómo él tenía la oportunidad, como concejal, de hacer algo por su pueblo. De cómo eso le parecía una suerte y, al mismo tiempo, una responsabilidad enorme. Porque quería hacer las cosas bien.
Hizo todo lo que pudo para que nuestra relación profesional fuera agradable y siempre me hizo de anfitrión en Lanzarote. Estaba orgulloso de su pueblo y de su Isla, que comparábamos jocosamente con la mía, Gran Canaria, a la que conocía bien. Allá donde iba, saludaba a todo el mundo, porque todo el mundo le conocía y todo el mundo acudía a él con toda clase de problemas, de su concejalía o de cualquier cosa. Especialmente paciente con las personas mayores, las conocía a todas por su nombre. Porque eran los padres, los vecinos, los amigos que él tuvo durante la infancia, la verdadera patria de cada uno de nosotros. Y todos lo conocían a él. A Alexis. El que se atrevió a volver a casa para aportar un granito de arena en la mejora de su pueblo. Nadie es profeta en su tierra. Pero estaba harto de que los chavales de Lanzarote no tuvieran más futuro que la maleta, que él mismo tuvo que hacer en algún momento. Y quiso luchar a su modo contra ese mal destino. Quizás un Quijote, con su figura alta y delgada, dispuesto a luchar contra unos molinos de viento modernos, blancos y espigados, con tres grandes palas amenazadoras. Como los que adornan las abruptas laderas cercanas a San Bartolomé.
Poco tiempo más tarde, se convirtió en padre. Y luego, en Alcalde. Su disponibilidad se redujo. Normal, puesto que sus responsabilidades también crecieron. Aún así pudimos coincidir en varias ocasiones y su carácter jovial estaba todavía ahí. Y su humildad. Siempre me decía «Señor, tú eres el que sabes», una mezcla de respeto y confianza. La misma con la que yo le trataba a él, porque se la ganó. Se la mereció.

Llegó la pandemia y nuestro mundo se sacudió de golpe. Los trabajos pendientes se pospusieron. Le perdí la pista, salvo contactos esporádicos con su equipo simplemente para cambiar fechas. Hace más de un año que no sabía nada de él. Hacer sobrevivir a una empresa hoy supone poner los 5 sentidos, todo tu tiempo y muchas noches en vela.
Pero ayer, durante una cena en familia, alguien mencionó que «qué pena, un chaval tan joven». Estaba distraído, vigilando que mi hijo no hiciera algún destrozo. Ya saben, padres. Puse el oído a funcionar. Hablaban de Alexis, de Lanzarote. Sólo conozco un Alexis de Lanzarote y no podía ser Alexis Tejera. No podía ser. En Octubre anunció que tenía ELA. Como es posible, si es un tipo en buena forma, tiene 3 años menos que yo. Podría ser mi hermano pequeño. Cómo no me he enterado antes. Leí todo lo que había escrito y todos los periódicos disponibles. Revisé mis últimos correos y mensajes. Alexis siguió trabajando hasta el final. Siguió Quijote contra molino. No puedo creerlo. Esta vida es un suspiro, injusta. Injusta.
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Sólo puedo pensar en su chaval, en su mujer y gente cercana. Yo mismo fui huérfano y sé por lo que está pasando la familia. Rezo por ellos y ruego que Dios mitigue su sufrimiento. Pienso en mi propio hijo. Pienso en todo lo que Alexis podría aportar a su gente, pero sobre todo a su familia. Lo que van a extrañarlo. Y el corazón se rompe. Porque más allá del cliente, del alcalde o del político, tuve la suerte de conocer, fugazmente, a Alexis Tejera. Cuando vuelva a Lanzarote, tu figura siempre estará allí, presente, con esa amabilidad y calma lanzaroteña, fruto de saber a conciencia que todo tiene la importancia justa y que la vida, de verdad, son otras cosas. Rezo por tu alma y por los que has dejado en este mundo. Te mando un abrazo fuerte allá donde estés.
