La regla del décimo hombre. Evitando sesgos en la investigación.

Al estudiar en un artículo anterior sobre la paradoja de la elección unánime, salió a la luz una regla que se aplica en todos los procesos de planificación o de organización estratégica y que permite eliminar sesgos peligrosos. Se trata de la regla del décimo hombre, conocida en la cultura castellana como el posicionamiento o figura del abogado del diablo. Me llamó la atención encontrar una mención a esa figura en la película Guerra Mundial Z: en ella, esta estrategia permitió al hipotético estado de Israel prepararse contra la infección zombie... al menos durante un tiempo.

Aunque todos conocemos esa figura popular (por favor, no confundir con la famosa película de Keanu Reeves), merece la pena definirla de nuevo. El abogado del diablo, o el décimo hombre, es la persona que, durante un proceso creativo, de investigación o de planificación estratégica, defiende una posición o un argumento contrario al predominante entre el resto del grupo de decisores. Puede que el abogado del diablo no crea en esa posición que defiende, o lo haga parcialmente. Es decir, puede que lo haga obligado y con el objetivo de discrepar. O puede que sí, que sea un elemento disruptor por naturaleza. En todo caso, este proceso de discrepancia obligada permite comprobar la calidad del argumento original, localizar puntos débiles para corregirlos, conocer cómo van a trabajar nuestros críticos o prepararse para hacer frente a imprevistos. La regla del décimo hombre enriquece la decisión final. 

Visto desde un punto de vista determinado, el abogado del diablo es aquel que nos prepara para luchar contra esos cisnes negros de los que nos habla Nicholas Taleb y que hemos visto que no son tan infrecuentes en un sistema hasta cierto punto caótico. Normalmente se trata de una figura que no es muy popular en las organizaciones, por lo que suele ser rotativa. Cuando un grupo entusiasmado con una gran idea innovadora se enfrenta a una voz discrepante, el instinto primario del grupo es ahogar esa voz. Imagínate si se trata de un partido político, donde los liderazgos personalistas sustituyen en muchas ocasiones al debate. O en el caso de un culto religioso, donde la opinión del líder espiritual «va a misa». Bueno, quizás podamos encontrar alguna excepción más cerca de lo que pensamos …

El abogado del diablo y la iglesia Católica.

En la sociedad occidental, existe un organismo muy antiguo, que ha sobrevivido transversalmente desde hace 2000 años y que durante mucho tiempo concentró no sólo una gran cantidad de poder e influencia, sino que también funcionó como un polo de atracción que ha reclutado a las mejores mentes de su tiempo. Hablamos obviamente de la Iglesia Católica, en sus diferentes etapas históricas. Su principal función era defender el dogma de la fé cristiana. Pero también ha sido, sobre todo en tiempos muy difíciles, una institución conservadora del saber y de la filosofía occidental (San Agustín, Santo Tomás, Hildegarda de Bingen…).

En el proceso de canonización de los Santos, la Iglesia fue bastante «tolerante» (por ser caritativos) durante los primeros siglos de su existencia. Primaba dar ejemplo, encontrar figuras a las que seguir, lograr apoyos morales para las comunidades cristianas incipientes que en muchos casos eran perseguidas por su fé. Pero, ya en el Renacimiento, eran evidentes los casos de fraude y de abuso que cometían las comunidades en su ansia de conseguir su santo local. Y no entramos en el lucrativo mercado de las reliquias, que podría ocuparnos un artículo entero. Así vemos que en el año 1587 el papa Sixto V decidió regularizar el proceso de canonización de la Iglesia a través de la apertura de procesos, muy similares a los modernos juicios, donde se promovía el debate y la argumentación para tomar la decisión sobre canonizar o no al santo propuesto. Para esos procesos, se creó la figura del ‘promotor de la fe’ o del abogado del diablo, un sacerdote, un hombre de la Iglesia o un teólogo cuyo cometido era poner objeciones ante cualquier canonización. El objetivo era conseguir que, frente a sus ataques, el futuro santo fuera defendido lo mejor posible por sus partidarios. Se conseguía con el debate discernir aquellos casos en los que el candidato propuesto tenía las virtudes y milagros acreditados para merecer tal privilegio. En muchas ocasiones el abogado del diablo actuaba en contra de su propia voluntad u opinión. Por tanto, el abogado del diablo no sólo era un jurista y un argumentador capaz. También tenía que ser capaz de distinguir lo milagroso de lo puramente natural. Tenían que tener una mente proto – científica. Y ser objetivos más allá de sus propias creencias, porque no olvidemos que eran hombres de fé.

Como comentábamos en párrafos anteriores, aquellos que van contra corriente no suelen ser muy populares. Y tomar el papel del malo de la película no le gusta a todo el mundo. A menudo, al abogado del diablo, se le acusaba de estar más al servicio de la causa de los herejes e incluso del propio demonio. Y su cercanía a la ciencia, en una época tan escrupulosa con la misma, no ayudó mucho. De ahí que se ganaran ese sobrenombre.

paradoja de la elección unánime

Mejora en la discusión de una idea. El décimo hombre y los focus group.

La regla del décimo hombre tiene una aplicación práctica en una de las técnicas cualitativas de marketing que realizamos regularmente en Eureka!, los focus group.

En su momento hablamos del teorema de los jurados: un líder influyente, una persona con opiniones fuertes, puede tener peso en la opinión general, desequilibrando la balanza y llevando hacia la unanimidad. La regla del décimo hombre permite combatir sistemáticamente esa opinión del líder natural, depurándola o contraviniéndola. Por ello, en ocasiones se introducen en los focus group técnicos especialistas empotrados, que plantean discrepancias artificialmente cuando se producen opiniones unánimes. O el propio moderador, de una forma sutil, puede sacar a la mesa contraargumentos que mejoren el debate y lleven a profundizar en las ideas obtenidas durante la técnica cualitativa. Ni que decir tiene que esta figura lleva consigo una gran responsabilidad, para evitar los posibles sesgos que la opinión del técnico pueda incluir en el estudio. Se ha de ser hábil para aplicar la regla del décimo hombre.

Para saber más: Vicente Giner Crespo analiza este concepto en profundidad en este artículo de la UNIR. Muy interesante su aportación sobre el método Delphi. https://www.unir.net/empresa/revista/regla-decimo-hombre-paradoja-consenso-toma-decisiones/


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