Propaganda y los trucos psicológicos que vencieron a Hitler.
Año 1940: Toda Europa está ocupada por Hitler y la Batalla de Inglaterra está decidiéndose… El ejército inglés se ha visto superado por la Wehrmacht, un ejército basto y superior. Ante situaciones desesperadas, soluciones desesperadas. Y armas desesperadas. Empezando por la puesta en práctica de armas inauditas y que afectan todos los frentes. Entre ellos el frente informativo y de propaganda, para desinformar al enemigo y para combatir la propia propaganda nazi, que se estaba revelando como letal.
El frente propagandístico resultó ser vital para estimular a la población y dirigirla hacia un frente común. Y esto no fué algo valadí: los ingleses de los años 30 no sólo eran pacifistas y derrotistas, estaban fuertemente divididos y escarmentados de la Gran Guerra… tenían también una fuerte componente filonazi con un partido de extrema derecha fuerte que llegó a captar para sus filas al propio Rey Eduardo VIII!. Los norteamericanos seguían una política absolutamente aislacionista (igual que en la Primera Guerra mundial) y sólo el ataque de Pearl Harbor, una agresión directa, consiguió que entraran activamente en la guerra.
Ahora, un nuevo libro, trata la guerra psicológica desde esta perspectiva. Se trata del libro ‘Persuading the People: British Propaganda in World War II’ (British Library), del historiador David Welch.
«Si Hitler invadiera el infierno, me gustaría al menos hacer un alegato a favor del Diablo en la cámara de los comunes» – dijo Churchill. Y es que un giro argumental tal como el de convertir a un enemigo ideológico como la Unión Soviética en un aliado, requiere tener poco escrúpulo y hacer gala de un pragmatismo total. Pero aún requirió de más esfuerzos convencer a tu población de hacerlo es aún más difícil, haciendo anti-propaganda de tu propia propaganda. De ahí los artículos de George Orwell, que conocía al comunismo de primera mano (lean «Homenaje a Cataluña» o «Animal Farm«). George trabajó para el departamento de propaganda británico y escribía tras el giro de los acontecimientos:
Tras la duramente ganada victoria de Stalingrado, en 1943, el Ministerio de Información incluso organizó una velada de celebración en el Royal Albert Hall con lecturas de Laurence Olivier y John Gielgud. La alta cultura británica más asimilada por ‘el pueblo’ quedaba asociada al Ejército Rojo y al propio Stalin, al que la propaganda británica anterior había pintado como el dictador mentiroso y conspirador que realmente era. Convertirle en un tipo de fiar en tiempo récord fue todo un reto. ¿Cómo se consiguió? Según el libro, «centrándose en el coraje y el espíritu luchador del pueblo ruso y presentando a Stalin como un nacionalista paternal».
Y otros muchos intelectuales de la época trinaran con las maniobras argumentales y las falacias que propagaban los medios oficiales. El hombre siempre será hombre y sus motivaciones, debilidades y fortalezas varían poco desde el homo sapiens hasta el homo tecnológico. Y aquellos que manejan la información lo saben bien.
Charles Ridley, según Welch, «fue inteligente al reeditar para el Ministerio de Información un metraje real de soldados nazis caminando con andares de pato en Nuremberg, tomado de la película de Leni Riefenstahl ‘El triunfo de la voluntad’. El film, ideado a mayor gloria del Partido Nazi y estrenado en su Congreso de 1934, se convirtió para los aliados en la tonadilla popular ‘El andar del borrego‘.
Aquí el artículo completo sobre el libro:
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